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Doña Dorila, Doña Carmen, Piruncha y otras mujeres, lavan ropas sobre las piedras junto al rio, al lado del Ayuí.
Sus hijos y otros gurises pobres del barrio corren y juegan con los pies descalzos, entre las chatas de Tío Rubio y el Chino.
Se zambullen en el agua, y en el cielo claro del verano, abrazan sus sueños a una pandorga imaginaria atada a un lucero perdido en el amanecer de “Las Toninas “para alejarse y huir de la pobreza.
Muy cerca de ahí, ingenieros y obreros construyen un puente.
Sus pupilas miran con la esperanza de un día cruzarlo, sueña con un día irse con el lucero.
Cirilo adolescente se aleja de la orilla y se sube en un bote del Remeros para timonear y poco después traer con el cuatro de timonel, un título de Brasil.
Cada vez más, busca alejarse de la orilla, de la escasez y las necesidades.
Juega al fútbol, viste la camisa de Sandú (su cuadro y el cuadro de la familia) y la pelota distrae los sueños y las ambiciones del niño.
Sin futuro, muchos jóvenes emigran para Argentina, buscando alejarse de la orilla donde nacieron.
Él también lo intenta, pero dicen que no se adapta y luego regresa.
En el setenta y dos, viste la camisa del cuadro de su barrio y Con los Mismos Colores es campeón mercedario.
Gritos afónicos atrás del arco de la fanática hinchada del Palo Alto, alegría desmesurada de sus hermanos del bajo, alegría parcial que no compensan las dudas sobre el futuro, ni las incertezas.
Conoce a Olga, se enamora y se casa en el setenta y cuatro.
Un huracán de ilusiones y sueños, una tempestad de esperanzas y ganas de salir adelante los lleva a Buenos Aires.
La pandorga imaginaria atada al lucero del amanecer en “Las Toninas” también se marcha con ellos…y amanece en el barrio porteño de Palermo.
La joven pareja supera dificultades y progresa.
Nacen sus hijos argentinos, Marcelo en el setenta y cinco y Fernando en el ochenta y uno. Los días de la escasez y las dificultades es solo un recuerdo lejano.
Siempre que puede vuelve a visitar a Horacio, la Piruncha y sus hermanos. Se pierde entre los saludos y los abrazos de los viejos vecinos, por las calles de tierra, cuentan anécdotas y ríe junto con sus amigos en las cantinas del barrio.
Remota el rio en la chalana de su hermano Javier, lo lleva al “Chafa” y entre las islas o los montes autóctonos del correntino o arenitas de oro, recarga las energías para volver a la ciudad grande.
La vida que regala alegrías, también “obsequia” dolores y tiene que venir a despedirse de Horacio su padre, de Piruncha su madre y hace unos pocos años atrás de lujan su hermana.
Fue ahí que converse con él, después de casi cincuenta años sin verlo.
Su voz tenía el tono de nostalgias y melancolías, “Tanguito” buscaba con la mirada la pandorga imaginaria, pero había muchas nubes en el cielo y lágrimas en sus pupilas…
El hombre aquel que un día cruzo el puente llevado por un huracán de esperanzas y sueños, hace pocos días bajo sus parpados para siempre, allá en el barrio porteño de Palermo.
Hoy domingo, Olga, la compañera de toda su vida, sus hijos Marcelo y Fernando, junto con sus nietos, cumplirán el último deseo del hombre con alma de niño, del niño de la escasez y las necesidades.
Las cenizas de Cirilo “Tanguito” Poveda, serán depositadas en “Las Toninas”.
Para que su alma con los pies descalzos se zabulla en el rio.
Para que un lucero perdido en la mañana de noviembre, ate sus sueños a una pandorga imaginaria y se quede para siempre con nosotros.
Porque ya no hay necesidad Cirilo, de huir de la pobreza…
Artigas Osores
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